viernes, 11 de junio de 2021


 

“En tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo.”

WILLIAM SOMERSET MAUGHAM


Sociedad de hipócritas, que se maquilla cada día frente al espejito mágico que nos devuelve la imagen de un yo de humo.

Hipócritas cuando aceptamos no incluir el IVA en nuestra reparación en el taller, de un electrodoméstico, en la chapuza casera.

Cuando lo nuestro sí es un bien dotado de toda protección, limpieza, etc, pero lo de todos lo es, pero menos.


Hipócritas ecologistas, que exigimos el esfuerzo para frenar el cambio climático a todos, pero nuestra exigencia se vuelve laxa porque el sábado tenemos barbacoa, o porque una colilla en el suelo no es nada, pero muchas nos abocan a un desierto. Hipócritas que odiamos el humo de los vehículos, pero llevamos al niño al cole en coche cuando el colegio está a dos manzanas, porque madrugar 30 minutos antes para ir y volver caminando supone no ver Máster Cheff hasta la una de la madrugada.


Hipócritas caprichosos, que compramos melones en enero, porque yo lo pago, cuando lo terminaremos pagando todos.

Hipócritas, cuando exigimos una sanidad pública de primera, con los impuestos de otros, una educación pública de excelencia, negando a nuestros hijos la excelencia de lo diverso. 


Soy de los que piensan que los políticos son una foto de la sociedad del momento, aunque en ocasiones parezcan pertenecer a una especie distinta, pero no, un amigo antropológico me confirma que son humanos de este planeta, y por tanto, hipócritas confirmados, también.

Dicen que el camino para curar la enfermedad, pasa por reconocerse como enfermo y, por supuesto, la voluntad de querer curarse. Ojalá estas letras sirvan de diagnóstico a quienes nos sintamos reflejados en alguno de estos párrafos, o en alguna circunstancia no mencionada que se les pueda ocurrir si reflexionan un poco, y con ello identificar la enfermedad para comenzar a sanar.


Javier Bernal Abellán.


sábado, 5 de junio de 2021

La dependencia del cuidador.




Los padres, son algo así como la referencia del todo, la certeza, el refugio,…


Pero un día, sin saber por qué, las certezas, el refugio, la firmeza de sus pasos se vuelve errática, torpes, difusos, su seguridad se torna confusión, una duda encadenada, y el miedo lo ocupa todo.

54 años llevan mis padres juntos, sacando a cuatro hijos adelante, y sí, lo digo en presente, porque los padres mientras pisan esta tierra, sacan a sus hijos adelante, 


54 años en los que mi madre ha ejercido ese papel de dama de acero indestructible, garante de la armonía y cuidado de su familia. De mi padre, he de decir que es la parte imprescindible para completar la ecuación, sin él no hay equipo, ni orquesta, ni ecuación que resolver; que pese a su escasa formación académica por falta de oportunidades, jamás dejó de formarse hasta que la vista y la enfermedad decidieron por él, ¡todo un ejemplo!.


Y a eso iba, la enfermedad, un día, la enfermedad se presenta, y esta vez no viene de visita, viene para quedarse hasta el final, pero mientras el final llega, hay un desarrollo implacable que tiñe de miedo todo, 24/7, veinticuatro horas siete días. Porque quien ha estado 54 años junto a su compañero, a su parte del todo, no puede fichar las horas del miedo, porque son todas, porque quien ha dedicado su vida a cuidar, difícilmente y precísamente en ese momento sabe dejar de hacerlo, o hacerlo por momentos, y por tanto, difícilmente sabe dejar cuidarse, y ahí es cuando la dama de acero pierde sus superpoderes y se vuelve mortal y dependiente, aunque no sea consciente de ello. 

Como he dicho antes, nosotros somos cuatro hermanos, por suerte, o por educación recibida, los cuatro nos llevamos muy bien, y estamos ahí, calculando los pasos con anticipación, y procurando estar todos a una. Pero esta “suerte”, no es patrimonio de todas las familias, y con el tiempo cada vez va a ser menos común. Familias desestructuradas, familias sin hijos, familias monoparentales, familias con un solo hijo, esto es mucho más frecuente, y cada vez vivimos más años. Ante este futuro, que cada vez es más presente, creo que es necesario anticiparse al tsunami que va a terminar por mojarnos, a unos más que a otros, pero mojándonos. 


Una vez más, la tan denostada, por algunos “atención primaria”, va a jugar un papel clave para detectar estos casos, con un diagnóstico que se anticipe al desarrollo de una enfermedad mental, desencadenando con ello un mecanismo en el que deben estar involucrados directamente, servicios sociales y salud mental.  Para ello va a ser necesario reforzar con recursos humanos y dotar de agilidad administrativa todos estos servicios

Estoy convencido que es primordial ponerse a trabajar desde ya en ello, no solo por nuestros mayores que lo son, sino por nosotros que lo seremos.


Luego no digan que nadie se lo advirtió.


Javier Bernal Abellán