“En tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo.”
WILLIAM SOMERSET MAUGHAM
Sociedad de hipócritas, que se maquilla cada día frente al espejito mágico que nos devuelve la imagen de un yo de humo.
Hipócritas cuando aceptamos no incluir el IVA en nuestra reparación en el taller, de un electrodoméstico, en la chapuza casera.
Cuando lo nuestro sí es un bien dotado de toda protección, limpieza, etc, pero lo de todos lo es, pero menos.
Hipócritas ecologistas, que exigimos el esfuerzo para frenar el cambio climático a todos, pero nuestra exigencia se vuelve laxa porque el sábado tenemos barbacoa, o porque una colilla en el suelo no es nada, pero muchas nos abocan a un desierto. Hipócritas que odiamos el humo de los vehículos, pero llevamos al niño al cole en coche cuando el colegio está a dos manzanas, porque madrugar 30 minutos antes para ir y volver caminando supone no ver Máster Cheff hasta la una de la madrugada.
Hipócritas caprichosos, que compramos melones en enero, porque yo lo pago, cuando lo terminaremos pagando todos.
Hipócritas, cuando exigimos una sanidad pública de primera, con los impuestos de otros, una educación pública de excelencia, negando a nuestros hijos la excelencia de lo diverso.
Soy de los que piensan que los políticos son una foto de la sociedad del momento, aunque en ocasiones parezcan pertenecer a una especie distinta, pero no, un amigo antropológico me confirma que son humanos de este planeta, y por tanto, hipócritas confirmados, también.
Dicen que el camino para curar la enfermedad, pasa por reconocerse como enfermo y, por supuesto, la voluntad de querer curarse. Ojalá estas letras sirvan de diagnóstico a quienes nos sintamos reflejados en alguno de estos párrafos, o en alguna circunstancia no mencionada que se les pueda ocurrir si reflexionan un poco, y con ello identificar la enfermedad para comenzar a sanar.
Javier Bernal Abellán.
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